Hay una pregunta que se repite varias veces durante las muestras:
-¿Cuánto tardás en pintar un cuadro?
Mi respuesta busca evitar el plano temporal de la pregunta, porque creo que medir el tiempo que tarda el artista en hacer una obra, es irrelevante.
Así, contesto con dos preguntas:
¿Desde cuándo habría que comenzar a medir el tiempo?
¿Detengo el cronómetro cuando voy al baño?
Realmente no sé cómo tendría que medir el tiempo...
¿Mido desde que doy la primer pincelada, o desde que compro el bastidor?
¿Desde que surgió el impulso de pintar, o desde la navegada aquella que hoy recuerdo?
¿Cuenta la contemplación sin tiempo mientras fumo una pipa?
¿Vale incluir el vacío absoluto de ideas y acciones?
¿Y el tiempo que me lleva preparar la comida mientras pinto?
¿Cuentan las noches de insomnio, y los sueños que se diluyen al amanecer?
¿Incluyo los años vividos y las charlas con amigos?
¿Las tardes de pasión con las sábanas manchadas?
Y me cuestiono, ahora en silencio, qué es lo que se quiere medir?
¿El valor del trabajo en horas/hombre, como si fuera un proceso industrial?
¿Cómo juega el oficio y la experiencia?
¿Si se tarda más, debería valer más o menos?
Suelo cerrar la conversación preguntando:
¿Cuánto mide una sonrisa?